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El abecedario sudarábigo o antiguo alfabeto árabe meridional, también conocido como «musnad (المُسند)» es un alfabeto de la Antigüedad que proviene del siglo IX a. C. Esta escritura fue usada para las antiguos lenguas sudarábigas: el sabeo, qatabanita, hadramita, mineo, así como para el gimyaritico y el proto-etíope en Damot.
Las inscripciones más antiguas del alfabeto datan del siglo IX a. C., en Akkele Guzay, Eritrea[1] y en el siglo VIII a. C., encontradas en Babilonia y Yemen. Su forma más madura se alcanzó cerca del año 500 a. C., y su uso continuó hasta el siglo VII d. C., incluyendo variantes del alfabeto provenientes del Antiguo Norte de Arabia, cuando fue desplazado por el Alfabeto arábigo. En Etiopía, evolucionó al alfabeto etíope o geez, el cual, con caracteres añadidos a lo largo de los siglos, se ha empleado para escribir el amhárico, el tigriña y el tigré, así como otros idiomas de la zona (incluyendo varios semíticos, cusitas y nilo-saharianos).
Una escritura altamente cursiva, la zabur — también conocida como "minúsculas sudarábigas"[2]— era utilizada por los antiguos sabeos yemeníes para los documentos y transacciones diarios escribiendo con palitos de madera mojados en tinta sobre papiro y hojas de palmera, mientras las monumentales letras musnad se reservaban para la piedra tallada, exhibidas debajo.
Una transmisión manual es una caja de cambios que no puede alterar la relación de cambio por sí sola, requiriendo la intervención del conductor para hacer esto. Por lo tanto, se diferencia de una transmisión automática en que esta última sí puede cambiar de marcha de forma autónoma.
Antiguamente, un automóvil con caja de cambios automática solían tener peores prestaciones y consumos que uno con caja de cambios manual. En la actualidad, algunos tipos de cajas de cambios automáticas han logrado valores de consumo destacados, aunque las cajas automáticas basadas en convertidor hidráulico de par no superan la velocidad de cambio de una caja manual.
A lo largo de la década de 1980, los modelos de automóviles pasaron a incorporar cajas manuales de cinco cambios (en la década de 1990, solo los automóviles de bajo costo o del segmento A tenían cajas de cuatro marchas). En la última década, los modelos de alta gama, en particular aquellos equipados con un motor diésel, pasaron a incorporar una sexta marcha para poder circular en autopista con el motor a bajo régimen y, por tanto, con consumos menores.
Para efectuar el cambio de marchas, es necesario oprimir siempre el pedal de embrague hasta el final de su recorrido de modo que la transmisión se desconecte del motor y así se eviten daños a la misma, además de facilitar el movimiento de la palanca (la cual siempre posee forma de pomo, rara vez se observa en forma de T). Es bueno señalar que la palanca casi siempre está en el piso del vehículo, aun cuando hay casos donde se ubica en el panel de instrumentos o en la caña del volante como en el vehículo Renault 16.
Es en los camiones pesados y tractocamiones donde estas transmisiones tienen un uso mayoritario debido a su eficiencia de arranque para cargar o arrastrar un peso a determinada velocidad, acompañado de apoyos como un motor eléctrico junto a un convertidor de par denominado dual, así como un freno motor que puede evitar daños a la transmisión en paradas bruscas.
Los autobuses interurbanos también equipan esta transmisión en relación igualitaria a los camiones, pese a que en algunos autobuses urbanos todavía se pueden encontrar transmisiones manuales de tipo sincronizado, las cuales no requieren de un dispositivo dual, conservando la misma manera de engranar las relaciones de velocidad similares a las de un automóvil común. Algunos modelos de autobuses deben usar el dispositivo dual debido a la cobertura de rutas con topografía difícil, mientras que otros, gracias al diseño del motor y transmisión, pueden prescindir de usar el dispositivo dual.
En Venezuela, a este tipo de vehículos se les suele llamar popularmente sincrónicos.